Juana La Loca, mujer que la historia ha negado

Juana La Loca, mujer que la historia ha negado

“Cuando te digan que estás loca, recuerda que un 6 de Noviembre, nació Juana de Castilla, una reina que nunca estuvo loca, ¡nunca!

A Juana la casaron de 16 años con un chico al que llamaban el hermoso, (Felipe El Hermoso) aunque no lo era. (Según los retratos, era más bien feo)

El tipo se benefició desde el primer día de todas las damas de la corte.

Juana se enfadaba lógicamente, porque exigía un respeto que a ella no se le daba.

Ni como mujer, ni como reina, ni como esposa.

Y por eso la llamaban loca.

Juana en su adolescencia, retrato pintado por Juan de Flandes



Cuando su marido murió, Juana reivindicó el trono de reina de Castilla que a ella estaba destinado.

El rey Fernando, su propio padre, no quería que Juana reinara.

Así que decidió que estaba loca. Y la encerró.

Juana, además, aún era joven y muy bella.

El rey temía que volviera a casarse y contara con un hombre que la apoyara en la lucha por el trono. Mejor encerrada.

Cuando su hijo Carlos fue a visitarla, dicen que ella “le cedió graciosamente” el poder. ¡Mentira!

Carlos le obligó a firmar y la dejó allí: encerrada.

Juana era una mujer culta, que hablaba latín y escribía poesía.

Pero la historia la ha llamado Juana la Loca y no Juana la Prisionera.

Juana de Castilla es una de tantas mujeres a las que la historia ha negado su verdadera voz.

La próxima vez que te llamen loca o loca de remate piensa que loca es lo primero que se le dice a una mujer cuando la quieren silenciar.

Felipe El Hermoso y Juana

En 1475 nació Juana, hija de los Reyes Católicos que, como sus hermanos, fue utilizada por sus padres para su política internacional. En un cruce de matrimonios fue casada con Felipe el Hermoso, hijo del emperador (su hermana Margarita se casó con Juan, hijo de los Reyes Católicos y heredero de sus reinos), y marchó a Flandes, pero el destino le esperaba a la vuelta de la esquina. La muerte de su hermano Juan y su hermana Isabel la convirtió en heredera de los reinos de sus padres. Todo parecía salirle redondo, pero…

Juana murió en 1555. Tenía 76 años, y llevaba 46 (sí, habéis leído bien, 46 interminables años) encerrada en Tordesillas, primero por orden de su padre, Fernando el Católico, y luego de su hijo, Carlos, el emperador. ¿Qué había hecho esta mujer para merecer algo así? Nada, simplemente existir.

Murieron sus hermanos mayores, murió su madre, murió su esposo (afortunadamente para todos), dejándola viuda con 27 años. Dicen que de aquello se volvió loca, aunque lo más probable es que su padre, acostumbrado a reinar en Aragón y también en Castilla, no estuviese dispuesto a ceder el poder y decidiera hacerla pasar por loca (teniendo en cuenta que todo el mundo estaría dispuesto a creerlo, entre otras cosas porque las dos abuelas habían acabado como cabras y porque el comportamiento de Juana en ocasiones podía dar lugar a pensarlo).

Juana se convirtió en un estorbo, aunque siguió siendo reina hasta su muerte, así que se decidió encerrarla y punto. Cuando murió Fernando el Católico y le sucedió su nieto Carlos, hijo de Juana, las cosas no cambiaron para ella, que siguió prisionera en un rincón del tablero de la historia hasta su muerte.

Juana en su vejez

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